OBRAS MAESTRAS DEL BARROCO
Antonio Vivaldi quiso plasmar en Las Cuatro Estaciones los sentimientos que despertaban en él las diferentes estaciones del año. Los violines, la orquesta de cuerdas y el bajo consiguen imitar el canto de los pájaros, los ladridos de los perros, el sonido del agua de los arroyos… El concierto para dos trompetas en do mayor es una de las pocas obras en solitario de principios del 1700 que incluye instrumentos de viento. Es la única pieza de este tipo de Vivaldi. Su rareza se debe a las dificultades inherentes a la trompeta barroca. En ese momento, las trompetas eran naturales o sin válvulas. Su registro dependía en gran parte del control del aire del intérprete.
Los conciertos de Brandeburgo constituyen una colección de seis conciertos que J. S. Bach presentó en 1721 al marqués Christian Luis de Brandeburgo-Schwedt. El tercer concierto está escrito originalmente para 4 violines, 3 violas y 3 violonchelos, fue arreglada para solo 3 violines, 3 violas, 3 violonchelos (más bajo continuo). Aunque mantiene la influencia italiana del segundo, Bach prescinde en esta ocasión de los instrumentos de viento para dar todo el protagonismo a las cuerdas. Todo está basado en breves motivos rítmicos, trabajados contrapuntísticamente. El Adagio únicamente consta de dos acordes uno inicial y otro final, que forman una semicadencia frigia. El allegro es una danza conforme al estilo de la giga.
La música acuática de Haendel es una colección de movimientos orquestales recogidos en tres suites. Fue estrenada el 17 de julio de 1717 a requerimiento del rey Jorge I e interpretada en una barcaza sobre el Támesis. Haendel escribe el oratorio “Salomon” en 1748 que cuenta la historia del rey Salomón que se enamora de la bella Reina de Saba (actual Etiopía – Yemen), una princesa de color, a la que el rey judío le dedica su Cantar de los Cantares. El programa termina con la llegada de la reina para conocer al rey judío.
